El más que previsible aumento de las catástrofes naturales por el cambio climático, y su traducción al mundo del seguro ocuparán más pronto que tarde su lugar en los medios de comunicación.

En los últimos años, nos hemos acostumbrado a que los cambios que afectan a nuestro planeta, y que pueden ser derivados de nuestra actividad en el mismo, acompañen la ración habitual de noticias pesimistas diarias.

Este hecho ha conseguido que tengamos una concienciación clara del problema, pero no la tenemos todavía de la magnitud del problema.

Ahora mismo no forma parte de nuestro día a día, no ha modificado apenas nuestra hábitos, no tememos que mañana sea distinto. De hecho, podemos incluso alegrarnos porque el agujero en la capa de ozono que fue tan célebre en otra época se haya revertido en mayor medida, y tendemos a pensar que un esfuerzo de última hora, un poco que cambiaremos oportunamente cuando alguien nos lo indique, terminará también con esta amenaza y habremos desactivado el problema.

Pero lo cierto es que el cambio climático, que comenzamos llamando calentamiento global, ahora cambio climático y que pronto renombraremos como crisis climática, es una realidad que va a ocupar a corto plazo toda nuestra atención.

No sólo puede modificar el concepto y la industria del seguro, sino que incluso el concepto global de cómo es una vida normal podría ser diferente.

En los últimos 100 años, el crecimiento mundial de la población ha pasado de ser 1.600 millones de personas a 6.000 millones en el año 2000.

La curva de población exponencial en la que viajamos ha ayudado a aumentar el número de viajes internacionales, y entre otras consecuencias, el consumo de agua potable o de pescado capturado se ha disparado hasta tasas insostenibles.

Así, lo cierto es que las primeras medidas que hemos tomado, y que sí han detenido como comentábamos el agujero de la capa de ozono, son claramente insuficientes para detener esta curva exponencial de crecimiento en consumo de recursos, y de sus consecuencias.

No sabemos a qué película famosa se va a parecer nuestro futuro, pero lo que es seguro es que será distinto, porque ya sabemos adónde conduce seguir como hasta ahora.

Siendo así, ¿cómo afectará al mundo del seguro?

 

El reciente paso del huracán Ida, en estados Unidos o la actual erupción del volcán en La Palma, son fenómenos que si bien no podemos relacionar directamente con el cambio climático sin investigaciones rigurosas, pueden servirnos para mostrarnos parte de los problemas a los que deberemos enfrentarnos si se cumplen los peores presagios.

Si hay un sector habituado a la gestión del riesgo, es sin duda el de los seguros. Y como tal, su función presente y futura es convertirse en un aliado estratégico de la economía que pueda gestionar la asistencia eficaz ante los desastres que previsiblemente se van a producir a medio plazo.

En el primer semestre de este año, las pérdidas aseguradas por catástrofes naturales ascendieron a los 40.000 millones de dólares. Desde 2011 no se registraban datos de esta cuantía según las primeras estimaciones del Swiss Re Institute.  

Una vez más, cabe preguntarse si lo que ocurriera en 2011 está relacionado o no con la intervención  humana, pero de lo que se trata no es de culpabilizarse, sino de entender cómo podría ser el mundo si estas catastófes fueran constantes.

En España conocemos bien de cerca la problemática de las inundaciones. Es difícil creer que el Levante español sea arrasado desde hace generaciones por lluvias en el último trimestre, única y exclusivamente por culpa de la acción del hombre, pero sin duda la construcción en lugares inadecuados o la falta de mantenimiento de cauces naturales contribuye a agravar un problema ya de por sí incontrolable.

Si bien es posible que no seamos responsables directos de lo que ocurre, lo somos completamente por agravar las consecuencias con nuestra inacción o error de cálculo de las posibles consecuencias de una fenómeno natural que se repite casi todos los años pero que invariablemente nos coge poco preparados.

Esa falta de previsión, más los aspectos incontrolables inherentes nos cuestan unos 800 millones de euros al año. Las pérdidas son compensadas parcialmente por el Consorcio de Compensación de Seguros (CCS), adherido al Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital, siempre y cuando se tenga suscrito un seguro de bienes o personas. Hasta hoy ha sido así, pero ¿lo seguirá siendo en el futuro? Según los cálculos de esta entidad, el actual Sistema de Riesgos Extraordinarios podría asumir un aumento de entre un 15% y un 20% de la siniestralidad vinculada a los riesgos directos del cambio climático —inundaciones y vientos fuertes— si se mantuvieran las condiciones vigentes del mercado. 

¿Es este margen suficiente para nuestro futuro inmediato? Ante esta incertidumbre el sector puede y debe  evolucionar en su sistema de valoración de riegos especialmente en ramos como el agropecuario o el de patrimoniales. 

Cómo adaptarnos a lo que va a ocurrir con el cambio climático es sin duda una tarea que el seguro puede abordar con el aval de la experiencia de tratar amenazas y promover comportamientos más activos en la prevención y la mitigación del impacto, incluso a niveles preventivos hasta ahora desconocidos como el estudio sobre el riesgo de inundación de las poblaciones costeras españolas elaborado por el Observatorio de Sostenibilidad en colaboración con el Consejo General de los Colegios de Mediadores de Seguros, que identifica las zonas más vulnerables ante este problema en nuestro futuro próximo, o la reciente recomendó a las aseguradoras desde el Instituto Internacional de Derecho y Medio Ambiente (IIDMA)  de restringir inversiones en compañías con "actividades intensivas en carbono",

Otro aspecto fundamental es incrementar la penetración de los seguros en la población vía formación y publicidad, de modo que los impactos financieros  y sociales que puedan provocar los desastres naturales sean lo menos paralizantes posible. 

Aunque en términos generales y en un horizonte de 10 años, no se prevé que el sector asegurador vaya a tener problemas para asumir los riesgos climáticos derivados del calentamiento global, parece indudable que los riesgos aumentarán con los años, y las coberturas se adaptarán a sucesos que serán más previsibles cada vez. El sistema asegurador español, con sus más de 100 años de existencia, es tomado como referencia de éxito a nivel internacional y, en muchos aspectos, como ejemplo de sistema adaptado al cambio climático. En el ámbito de la cobertura aseguradora de los daños por catástrofes naturales España cuenta con un sistema singular e internacionalmente reconocido: el Sistema para la cobertura de los Riesgos Extraordinarios, entre los que se incluyen buena parte de los riesgos hidrometeorológicos más frecuentes, indemnizando los daños ocasionados por inundaciones fluviales y costeras, embates de mar y vientos fuertes. 

De acuerdo con los resultados de los modelos climáticos y sus impacto, las previsiones apuntan a un claro aumento de las olas de calor, disminución de la precipitación y aumento de su irregularidad, con el consiguiente aumento de la duración e intensidad de las sequías y el ascenso del nivel del mar, que repercutirá en los efectos de los vientos fuertes en el litoral, un incremento de los daños por inundación -–particularmente por crecidas relámpago en cuencas de tamaño limitado—, por tempestad y por otros eventos climáticos, como sequías, efectos de las olas de calor sobre la salud e incendios forestales, con la correspondiente repercusión en el seguro. 

El sector de los seguros es ciertamente una de las industrias más sensibles al cambio climático y es muy consciente de los efectos, ya que a nivel mundial, las pérdidas muestran una trayectoria ascendente, generada por una mezcla de acontecimientos catastróficos, pautas de desarrollo humano y concentración de la población en zonas sujetas a fenómenos naturales. Además, las temperaturas están aumentando más rápido de lo que muchos esperaban, y se está produciendo una alarmante pérdida de biodiversidad en todo el mundo.

El sector seguros está llamado a desempeñar un papel importante sensibilizando sobre los riesgos climáticos y fomentando la  adopción de medidas preventivas.

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