La jubilación constituye una etapa vital, coincidente con la senectud, en la que la persona comienza a tener menos fuerzas físicas y mentales para encarar el día a día y sobre todo el trabajo. Por lo tanto, como las aptitudes para un amplio porcentaje de puestos de trabajo se reducen, también disminuye la capacidad de conseguir ingresos.

Sin embargo, los gastos de esta etapa pueden seguir siendo similares o incluso superiores a los de las anteriores. Por consiguiente, es preciso contar con recursos mediante los que hacerles frente. En caso de que estos resulten insuficientes (contando con el dinero correspondiente a la pensión pública), la consecuencia sería una merma considerable de la calidad de vida.

La importancia de pensar a largo plazo

Así que quienes no quieran afrontar con dificultad esta coyuntura deben empezar a preparar la sostenibilidad de sus presupuestos de jubilados con suficiente tiempo de antelación. En este sentido, pueden recurrir a diversos métodos privados de ahorro e inversión, los cuales contribuirán a contar con un capital que permita disfrutar de estos últimos años de la vida con bienestar.

Los seguros como una de las soluciones idóneas

Los seguros de jubilación o de vida de rentas aportan seguridad económica no solo ante la jubilación, sino también frente a otras circunstancias que impidieran el sostenimiento del nivel de vida anterior, como una incapacidad laboral o una muerte prematura.

Las aportaciones que se hacen de una sola vez (prima única) o mediante cuotas periódicas ofrecen unas rentabilidades fijas anuales (que pueden incluso estar garantizadas) y unas variables y dependientes de las inversiones de la compañía aseguradora. Estas rentabilidades suponen el ahorro del que se podrá disfrutar cuando llegue la jubilación. Por otro lado, aunque haya que pagar algunas penalizaciones, es posible rescatar el dinero aportado por el asegurado en cualquier momento.

Los planes de pensiones

Se trata de unos productos similares a las modalidades de seguros que han sido analizadas con anterioridad. Sin embargo, existen algunas diferencias.

En primer lugar, que el riesgo de contratarlos es mayor que el que se asume con los seguros.

Por otra parte, salvo en supuestos extraordinarios, no se proporciona la opción de rescatar los fondos aportados antes de que llegue la jubilación.

Por último, hay que destacar que los planes de pensiones tienen un tratamiento fiscal ventajoso, ya que posibilitan la desgravación de las aportaciones realizadas.

Los depósitos

Para los usuarios que hacen gala de un talante ahorrador e inversor conservador, se trata de un producto que ofrece unas condiciones similares a las reseñadas en los seguros. Sobre todo cuando se trata de depósitos garantizados de renta fija.

La hipoteca inversa

El ahorrador jubilado o dependiente utiliza como garantía ante un banco una vivienda y, a cambio, obtendrá una renta de por vida. No tendrá que devolver el préstamo, sino que lo harán, una vez que haya fallecido, sus herederos.

El Plan de Previsión Asegurado (PPA)

Vale la pena tener en cuenta los productos que implican contar con un asesoramiento especializado. El PPA es un seguro de ahorro y previsión que tiene un tratamiento fiscal similar a un Plan de Pensiones, aunque a diferencia de éste, el PPA tiene un interés garantizado, así como una pequeña participación en beneficios, que variarán dependiendo de la entidad con la que se contrate. 

El Plan Individual de Ahorro Sistemático (PIAS)

Supone un producto híbrido, dado que contiene características tanto de las pólizas de vida como de los planes de pensiones individuales garantizados. Se puede combinar de forma óptima con productos como los PPA o los planes de pensiones, lo que refuerza la idea de la complementariedad entre distintas formas de ahorro.

En definitiva, hay que estudiar con detenimiento los productos de ahorro e inversión que pueden garantizar unas condiciones de vida dignas tras la jubilación y en ese cometido la figura de un mediador profesional es clave para poder elegir la mejor alternativa posible para nuestras circunstancias personales.

 

Las pensiones en España y otros países

España cuenta con una de las mejores pensiones de Europa en relación al salario. Pero el envejecimiento poblacional está suponiendo un reto para sostener la calidad del sistema.

Alemania, por su parte, calcula las pensiones por un sistema de puntos y no por el cómputo de años trabajados. Esto provoca diferencias significativas en las pensiones percibidas, haciendo que muchos alemanes tengan que ahorrar o incluso trabajar a tiempo parcial tras la jubilación.

En Holanda, existen la pensión pública mínima (financiada mediante impuestos) y los planes colectivos de empresa, que son obligatorios y se sustentan con aportaciones del trabajador y de la empresa.

En Francia existe la pensión mínima contributiva, que proporciona hasta el 50 % de la renta media de los mejores 25 años cotizados (en España se tienen en cuenta los últimos años). Y además, hay otra pensión complementaria gestionada por sindicatos y patronales.

Un curioso sistema es el de Suecia, donde el Estado también recauda parte de la nómina para la jubilación, pero deja a los ciudadanos elegir entre varias opciones de fondos donde invertir su dinero.

¿Y qué ocurre al otro lado del Atlántico? En EE. UU., por ejemplo, cada ciudadano debe cuidar de sí mismo ahorrando; aunque hay una pensión pública, la misma no da para vivir.

¿Se puede garantizar una buena pensión en España? Es posible; las claves son no perder años cotizados y, como opción recomendable, contratar activos como los seguros de jubilación.

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